Sexo y corazón

Índice del capítulo

Introducción

Es uno de los aspectos que más dudas suscita entre las personas a las que se les ha diagnosticado un problema cardiovascular. Y, sin embargo, un pudor mal entendido suele impedirles que hablen de ello con su cardiólogo. Así que este es el momento de acabar con los mitos, con el miedo y la desinformación, los dos principales enemigos de una vida sexual plena. Ante todo y como recomendación fundamental, consulte con su médico todas las dudas que le asalten sobre los efectos de su enfermedad y de los medicamentos que le han prescrito en sus relaciones amorosas. A pesar de los recelos y las dudas, los pacientes coronarios pueden tener una vida sexual normal.

¿Me han diagnosticado una enfermedad cardiovascular; ¿puedo tener relaciones sexuales?

La actividad física que requiere una relación sexual se compara con la necesaria para subir dos pisos de escaleras. Si usted es capaz de subir dos pisos de escaleras sin tener dolor en el pecho o fatiga excesiva, será capaz, desde el punto de vista físico, de mantener relaciones sexuales plenas.

Precauciones y consejos básicos

Las disfunciones sexuales en los pacientes cardiópatas pueden mejorar si se siguen una serie de consejos y recomendaciones:

Información. Recibir una información adecuada, con el fin de eliminar los miedos y dudas que el enfermo pueda sentir a la hora de retomar con naturalidad su vida sexual tras haber padecido un infarto.

Entrenamiento. Mejorar la capacidad funcional del paciente por medio de un programa de ejercicios. Este trabajo está destinado al aumento de la flexibilidad articular y la capacidad física por encima de los valores mínimos requeridos para realizar el coito.

Posturas. No existen variaciones significativas en función de la posición adoptada. Sin embargo, algunos estudios han encontrado que los gastos energéticos son superiores cuando el hombre se sitúa encima, y es menor cuando la mujer ocupa la posición superior. Otra postura para adoptar es la lateral, sobre el lado derecho.

Relaciones extraconyugales. Las actividades sexuales en condiciones atípicas suponen un cierto riesgo para las personas con problemas de corazón. La novedad que supone la nueva pareja y un entorno diferente son las causas principales del cambio de ritmo cardiaco. El consumo de alcohol, habitual en estos casos, perjudica notablemente el desarrollo de la actividad sexual.

Dónde. El entorno ha de ser cómodo y agradable. El lugar más adecuado suele ser la habitación habitual, aunque también se puede optar por otra estancia donde estemos relajados y no haya temperaturas extremas de frío, calor o humedad.

Cuando. El mejor momento para realizar la actividad sexual es aquel en el que el paciente está relajado y descansado. Quizá la mejor hora sea por la mañana (tras una noche en la que se haya dormido bien) o después de una siesta. No es deseable realizar el coito tras una comida copiosa, haber ingerido alcohol o realizado un ejercicio agotador.

Acabo de sufrir un infarto; ¿Cuándo puedo volver a mantener relaciones con mi pareja?

La actividad sexual en los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio puede ser lo más normal posible y en muchos casos, absolutamente similar a las personas sin enfermedad coronaria. En líneas generales, puede reanudarse a las dos semanas del alta hospitalaria, pero consulte siempre con su médico.

El sexo después del infarto

Después de sufrir un infarto, el paciente cardiaco suele plantearse algunas preguntas y temores sobre su vida sexual. Para encontrar soluciones positivas es necesario despojarse de todos los tabúes o de la vergüenza que se pueda experimentar al consultar estos temas con el médico o el psicólogo.

¿Podré volver a tener relaciones sexuales sin problemas?

Los miedos y ansiedades que surgen con más frecuencia respecto a la vida sexual se refieren al esfuerzo físico que la actividad requiere, ya que el paciente suele tener miedo a que el coito suponga un riesgo importante para su corazón. Para tranquilidad de los enfermos, hay que decir que parece demostrado que los gastos energéticos durante el acto sexual son similares a los que genera subir dos pisos de escaleras. La frecuencia cardiaca del coito es inferior a la que se produce durante otras actividades normales de la vida cotidiana, y el esfuerzo físico que precisa se podría calificar de moderado, lo que en principio no traería ninguna complicación.

¿Cuándo puedo volver a practicar el acto sexual?

Es más recomendable reanudar las relaciones sexuales tras un entrenamiento físico y psicológico adecuado y progresivo. Gracias a esta planificación se aprende a detectar cuáles son las respuestas físicas del cuerpo después de un esfuerzo. Desde un punto de vista psicológico, el entrenamiento llevará al paciente a reconocer cuáles son sus relaciones emocionales nocivas y cómo controlar estas últimas a través de métodos de respiración y relajación.

¿Qué problemas puedo tener durante mis relaciones?

Lo más probable es que ninguno. Existen casos en que ocasionalmente puede aparecer una angina de pecho durante la actividad sexual lo que podría originar un estado de ansiedad importante. Lo más probable es que esto le suceda a aquella persona que tenga el mismo riesgo cuando realice cualquier otro esfuerzo físico moderado. Si esto llegase a suceder, es imprescindible que lo comunique al médico para su control. La prueba de esfuerzo que se realiza al enfermo cardiaco tras sufrir un infarto es una buena fórmula para medir el estado de su corazón, ya que el desgaste energético que ésta requiere es superior al de la práctica sexual.

¿Puedo morirme durante el acto sexual?

La ausencia de actividad sexual en la pareja tras un infarto de miocardio puede ser consecuencia del miedo a la muerte durante el coito. Sin embargo, los casos de fallecimiento durante el acto sexual ocurren en un porcentaje muy bajo. En un estudio sobre 5.559 casos de muerte repentina por causas no traumáticas, sólo 34 de ellos eran por motivos cardiológicos y se produjeron durante el coito. Es necesario destacar que en 27 de esas 34 relaciones, la persona fallecida estaba realizando el acto sexual con una pareja distinta de la habitual. Indudablemente, factores «externos» influyeron de forma significativa en el desenlace (nerviosismo, mayor excitación, sentimientos de culpa, necesidad de quedar bien, etc.).

¿Es normal que tenga problemas de erección? ¿Y de frigidez?

Un problema detectado frecuentemente son los estados de impotencia y de frigidez. Ambos pueden estar motivados por el tipo de tratamiento farmacológico o por la descompensación psicológica provocada por la enfermedad cardiaca. Cualquiera de las dos situaciones puede provocar síntomas de depresión susceptibles de ser tratadas por un psicólogo.

La enfermedad cardiovascular y la medicación que tomo, ¿cambiarán mi vida sexual?

Las disfunciones en la vida sexual de los pacientes coronarios suelen tener tres orígenes diferenciados pero relacionados entre sí. Por una parte está el propio proceso orgánico de la arteriosclerosis y los factores de riesgo que la desencadenan o contribuyen a su empeoramiento (diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia…); por otra, están los factores psicológicos, como la ansiedad y la depresión, y finalmente, algunos fármacos que pueden alterar la función sexual. A veces es difícil dirimir si el origen de la disfunción sexual es orgánica o psicológica; frente a ello, consulte siempre con su médico.

El papel de los medicamentos

Algunos medicamentos de uso habitual en enfermos con cardiopatía isquémica pueden producir disfunción sexual tanto en hombres como en mujeres. Estas disfunciones son conocidas médicamente con el nombre de «efectos adversos medicamentosos mal tolerados», y se traducen en un deterioro de la calidad de vida del paciente. Los enfermos que no están dispuestos a someterse a estos cambios pueden llegar a interrumpir su tratamiento, con el consiguiente riesgo y perjuicio para la estabilidad de su patología cardiaca.

Aunque diversos fármacos pueden afectar a la función sexual, el origen de esta no suele estar sólo en la toma del medicamento, sino que otros factores implicados estrechamente en la enfermedad cardiaca isquémica ocupan un lugar importante. Si un enfermo con un problema cardiológico está tomando algún fármaco que potencialmente puede producir una disfunción sexual, no debe de abandonarlo, sino hablar con su médico, quien le aconsejará sobre la pauta a seguir, si hay que modificar dosis, el momento adecuado de administración o el cambio de grupo terapéutico.

El uso de drogas cardiovasculares puede originar alteraciones en la función sexual por sus efectos sobre el sistema nervioso central y periférico, el sistema vascular y sobre los cambios hormonales. Estos son algunos de los fármacos de uso frecuente en enfermos cardiacos que pueden producir disfunción sexual:

Diuréticos. El grupo de las tiazidas, sobre todo cuando se asocian a otros fármacos, es el que causa más problemas en la erección, la eyaculación y provoca pérdida del deseo sexual y una menor lubricación vaginal.

Betabloqueantes. Pueden producir alteraciones en la función sexual normal, especialmente disminución de la libido y problemas en la erección.

Antagonistas del calcio. Son fármacos vasodilatadores que no suelen afectar a la función sexual. Algunos estudios certifican que pueden incluso mejorarla.

Nitratos. Aunque por ellos mismos no afectan a la función sexual de forma negativa, el principal problema a tener en cuenta es su uso conjunto con aquellos fármacos destinados a tratar la disfunción eréctil por medio de la acción vasodilatadora (sildenafilo y similares). En estos casos, la tensión arterial puede disminuir tanto que comprometa la vida del paciente.

Otros fármacos.

  • La digoxina, los antiarrítmicos, los bloqueantes alfa adrenérgicos pueden motivar impotencia y descenso del apetito sexual.
  • La antidepresivos y ansiolíticos pueden producir disminución de la libido, problemas en la erección, la eyaculación y el orgasmo femenino.
  • Los fármacos para reducir la acidez de estómago se han asociado a la pérdida de la libido y a alteraciones en la erección. 

¿Es normal que tenga miedo a la hora de enfrentarme a la intimidad con mi pareja?

Sí. Pero la actitud que se ha de tomar es la de hablar con sinceridad a su pareja de sus miedos e inquietudes, y solicitar la ayuda de un especialista si es necesario. No se sienta nunca avergonzado ni rechace pedir ayuda o apoyo.

Tu pareja también cuenta

El papel de la pareja es básico para una correcta adaptación a la vida sexual en el paciente coronario.

Información. Es fundamental que esté informado/a de la enfermedad que padece su compañero/a y de qué tipo de esfuerzos puede llevar a cabo. Aunque el trastorno sexual lo padezca un único miembro de la pareja, es recomendable que los dos acudan al médico para que ambos sepan el diagnóstico y conozcan los posibles tratamientos.

Actitud. Es muy conveniente que la pareja sea quien adopte un papel más activo durante la relación sexual, para ayudar al paciente a superar el miedo y la incertidumbre que pueda surgirle.

Comprensión. En un mismo nivel de importancia se encuentran los afectos y sentimientos que puedan ir surgiendo sobre su sexualidad (irritabilidad, retraimiento, depresión) y evitar así cualquier tipo de fricción en la relación.

Diálogo. Ésta puede ser una buena oportunidad para compartir los sentimientos con su compañero/a. No hay que avergonzarse por pedir apoyo, sino convencernos de que compartir el problema nos llevará más rápidamente a encontrar una solución. Aunque el trastorno se produzca en un solo miembro de la pareja, es importante asumir que las consecuencias las padecen los dos

¿Qué es la impotencia?

Popularmente se conoce con este nombre a lo que los profesionales de la salud llaman disfunción eréctil, un término que define más claramente la naturaleza de esta alteración. La disfunción eréctil es la incapacidad persistente de lograr mantener una erección suficiente que permita una relación sexual satisfactoria.

Motivos. Los factores que provocan dificultades en la erección pueden tener muy distinto origen: psicológicos (depresión, estrés, tensión nerviosa); enfermedades neurológicas y traumatismos (esclerosis múltiple, traumatismo de columna vertebral o craneal, fractura de pelvis); mal funcionamiento de los nervios (diabetes, alcoholismo, cáncer de próstata, vejiga o recto); envejecimiento (las arterias pierden elasticidad); disminución del nivel de hormonas masculinas (consumo de medicamentos o drogas); enfermedades crónicas (insuficiencia hepática o renal)… La erección, además, puede alcanzar poca rigidez cuando la sangre que llega al pene es insuficiente debido a alguna enfermedad de las arterias. Las causas para que las arterias puedan volverse rígidas, disminuir de calibre y convertirse en arterioscleróticas son el elevado nivel del colesterol en sangre, la diabetes, el hábito de fumar, la hipertensión arterial y los traumatismos en la región pélvica.

Diagnóstico. Es muy importante realizar un rápido diagnóstico de la disfunción eréctil, tanto por la mejora de la calidad de vida de los hombres y sus parejas, como por la posibilidad de que se trate de un síntoma de otras enfermedades (hipertensión arterial, diabetes…). Lo más urgente es ponerse en manos de un médico que enfoque el trastorno correctamente, realice los exámenes necesarios, diagnostique sus causas, recomiende el tratamiento apropiado o, según el caso, lo remita a un especialista. El proceso de evaluación diagnóstica consiste en un repaso de la historia clínica y sexual del paciente, valoración psicosocial y exploración física. Un último detalle: en el contacto con el médico es recomendable utilizar un vocabulario sencillo y expresarse con naturalidad, ya que el doctor está tan acostumbrado a escuchar problemas similares que será la mejor forma de que nos ayude.

Porcentajes. La mayoría de los varones experimenta ocasionalmente alguna dificultad para conseguir la erección. Estamos ante una enfermedad bastante frecuente que afecta a más de 100 millones de hombres en todo el mundo y a más de 2 millones en España, aunque se estima que sólo el 10% de ellos consulta alguna vez al médico acerca de su trastorno. Las causas de que este porcentaje sea tan bajo se deben a la confusa vinculación que se hace de la disfunción eréctil con la edad, a la idea de que no existe un tratamiento eficaz ni cómodo, al miedo a perder la masculinidad y al malestar de tratar este tema con desconocidos.

Leyendas. La disfunción eréctil se refiere exclusivamente a la rigidez del pene. Este trastorno no tiene nada que ver con la falta de apetito sexual, la ausencia de placer u orgasmo en la relación, o la eyaculación rápida o retardada. Al mismo tiempo, hay que descartar otras leyendas que asocian la aparición de esta enfermedad con un exceso de masturbación, o aquellos mitos que la relacionan con la esterilidad.

Impotencia y enfermedad coronaria

En muchas ocasiones, la dificultad para el aporte de sangre al pene se debe a la existencia de placas de aterosclerosis en las arterias que lo nutren. Este mecanismo es el mismo que produce la enfermedad coronaria, ya que las arterias también son las encargadas de aportar la sangre al músculo cardiaco o miocardio. De hecho, los factores de riesgo de la impotencia son los mismos que de la enfermedad coronaria, es decir, hipercolesterolemia (alto nivel de colesterol en sangre), la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, etc.

Se ha comprobado que muchos enfermos coronarios padecen impotencia. La aparición de la disfunción eréctil aumenta con la edad, probablemente por las mismas razones que las enfermedades cardiovasculares. Además, es cierto que algunos medicamentos frecuentes en enfermos con cardiopatías pueden producir algún tipo de trastorno sexual.

Lo más recomendable en estos casos es tratar el trastorno en una Unidad de Rehabilitación Cardiaca y consultar al especialista que será quien, si lo cree necesario, recurrirá a algún medicamento que sea compatible con su enfermedad principal y no le provoque efectos secundarios.

Sexualidad y rehabilitación cardiaca

Los pacientes coronarios con disfunción eréctil o con dudas sobre su capacidad sexual tras un infarto pueden tratar este trastorno en las Unidades de Rehabilitación Cardiaca, es decir, aquellos programas que se desarrollan en hospitales y centros de salud cuyo objetivo es que el enfermo retome una actividad absolutamente normal tras haber sufrido su episodio cardiovascular. Del mismo modo que el entrenamiento físico se planifica progresivamente para que el enfermo realice un desarrollo periódico en la intensidad de sus ejercicios, la actividad sexual también requiere un proceso de adaptación orientado hacia la vuelta a la normalidad en sus relaciones.

Si un paciente tiene una capacidad funcional inferior a 5 mts medida de la capacidad de ejercicio) antes de iniciar el programa de rehabilitación, pasados (unos 2 o 3 meses, puede llegar a alcanzar 7 mets en la prueba de esfuerzo. Esto significa que si antes de incorporarse a la Unidad de Rehabilitación Cardiaca no podía realizar una actividad física sexual normal, ahora está completamente capacitado para retomarla satisfactoriamente. Además del apartado estrictamente físico, los enfermos incluidos en un programa de rehabilitación también disponen de terapia psicológica especializada que les ayuda a afrontar cualquier problema asociado a la vida sexual y su vinculación con la patología cardiaca que padezcan.

Está demostrado que la incidencia de la disfunción eréctil disminuye entre los pacientes que se incluyen en los Programas de Rehabilitación Cardiaca. En la actualidad, la recuperación de la actividad sexual normal es uno de los objetivos principales de estas Unidades, ya que se considera un elemento clave para mantener una alta calidad de vida.

La mujer

Los trastornos sexuales en enfermos cardiacos no son un problema exclusivo del género masculino. La mujer también tiene que enfrentarse a determinados contratiempos que afectan a su vida sexual:

Precaución con algunos medicamentos. Determinados medicamentos usuales en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares pueden ocasionar trastornos específicos en la mujer y pérdida de deseo sexual. En este sentido, los diuréticos causan menor lubricación vaginal, la espironolactona puede hacer que la glándula mamaria pierda sensibilidad, y los antidepresivos y ansiolíticos provocan problemas en el orgasmo.

La impotencia no preocupa sólo al hombre. El papel de la mujer respecto a la disfunción eréctil que padece su pareja es fundamental, ya que su posición es única para alentarlo a buscar un tratamiento definitivo. Trate con su pareja cómo el trastorno le está afectando a él, a su intimidad y a su relación. Aunque la enfermedad la padezca uno, el problema afecta a los dos.

Dudas más frecuentes

Gasto energético. Es necesario tener en cuenta que existen amplias variaciones en los gastos energéticos durante el acto sexual dependientes de factores como el estado físico del paciente y su pareja, de la excitación, de la ingesta abundante de comida antes de la actividad sexual, de si la relación es extraconyugal, etc.

Apetito sexual. La disfunción eréctil y otros trastornos sexuales físicos no son consecuencia de la pérdida de interés en el sexo, aunque sí pueden estar directamente relacionados. La existencia de una enfermedad de este tipo puede ser una causa psicológica que nos lleve a limitar o, incluso, a renunciar a nuestra vida sexual.

Prueba de esfuerzo. Normalmente, después de un infarto, un by-pass, una angioplastia…, el médico le someterá a una prueba de esfuerzo. Si puede caminar y subir la pendiente durante más de 6 minutos, también estará capacitado para volver a practicar sexo sin problemas. Las necesidades del corazón durante el coito son menores al esfuerzo realizado en esta prueba.

Los tratamientos. La medicación no tiene que condicionar nuestra práctica sexual. Si le han recetado nitroglicerina en parche, no se lo retire durante el coito, colóquelo en lugares que no le molesten. Recuerde que puede ponerse también en brazos, espalda, abdomen y pecho. En cualquier caso, consulte a su médico para sentirse más seguro.

Masturbación. No existen estudios sobre los gastos energéticos en las relaciones homosexuales. De lo que sí hay constancia es de que la masturbación, o la realizada por la pareja, eleva la frecuencia cardiaca en menor proporción, por lo que se considera como una alternativa en determinadas situaciones sociales o cardiológicas.

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