Prevención cardiovascular y factores de riesgo

Índice del capítulo

Introducción

Prevención cardiovascular y riesgo de infarto

En medicina, los sistemas preventivos comprenden todos aquellos esfuerzos encaminados a impedir la aparición de una enfermedad (prevención primaria) o bien, una vez detectada ésta, prevenir su progresión (prevención secundaria).

Los cambios en el estilo de vida son a menudo difíciles de realizar y más aún de mantener. No obstante, se debe animar a la gente a adoptarlos, especialmente a aquellas personas que tengan múltiples factores de riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares.

El éxito de la prevención y el tratamiento está estrechamente relacionado con la propia voluntad de la persona de eliminar o cambiar hábitos de su estilo de vida perjudiciales. El programa de prevención debería estar acompañado de educación sanitaria, medidas de fomento y asesoramiento por parte de médicos, nutricionistas y familia. Se debe poner especial énfasis en dejar el tabaco, hacer ejercicio, reducir el estrés, controlar el peso y en adquirir patrones de alimentación sanos.

Figura 1. Arteriosclerosis. Deposito de grasa en las arterias.
Figura 1. Arteriosclerosis. Deposito de grasa en las arterias.

La aterosclerosis (arteriosclerosis) es un proceso vascular generalizado en cuyo desarrollo intervienen múltiples factores, que ocasionan la formación y el depósito de placas en el interior de las arterias. Estas placas arterioscleróticas originan un déficit circulatorio total o parcial (figura 1)

En el caso de la circulación coronaria el déficit circulatorio, por el lento desarrollo de la arteriosclerosis, puede llegar repercutir sobre el músculo cardiaco o miocardio, produciendo lo que se denomina isquemia coronaria, que se traduce como la angina de pecho. Si el déficit circulatorio coronario progresa, lenta o súbitamente por un trombo o coágulo que obstruye la arteria coronaria, se destruye una parte del músculo cardiaco a lo que se llama infarto de miocardio.

La prevención de la enfermedad coronaria, en cualquiera de las formas en que se presenta, abarca una serie de medidas que se deben tomar entre la población general, personal sanitario y estamentos gubernamentales, dirigidas a identificar y alterar los factores de riesgo implicados en la aparición de la enfermedad arteriosclerótica.

Por lo tanto, en la prevención están implicados desde la investigación y programas científicos sobre la capacidad de aparición de estos factores de riesgo hasta la implementación de métodos preventivos, campañas de educación de la sociedad y medidas específicas para aplicar en personas especialmente susceptibles, con el fin de disminuir las posibilidades de desarrollar la enfermedad que conduce al infarto (figura 2).

Figura 2. La prevención de las enfermedades cardiovasculares es multifactorial.
Figura 2. La prevención de las enfermedades cardiovasculares es multifactorial.

¿Por qué es importante la prevención cardiovascular?

Las enfermedades cardiovasculares representan una verdadera epidemia en el mundo industrializado. Ha llegado a ser la primera causa de muerte en los países desarrollados (de cada cuatro muertes, tres son de origen cardiovascular).

Esta epidemia está en vías de expansión mundial, ya que se asocia a las costumbres de vida modernas, que se extienden a zonas más deprimidas del mundo. En concreto, se estima que la enfermedad coronaria de presentación aguda (angina de pecho inestable, infarto o los denominados síndromes coronarios agudos) será la primera causa de muerte en todo el mundo en el año 2020.

En nuestro país, en el año 2012 se produjeron unos 68.500 nuevos casos de infarto, de los cuales 40.989 han sido hospitalizados, mientras que el resto falleció fuera de los hospitales. Además, el número de casos de infarto aumentará un 2,28% cada año en nuestra población.

Existen diferencias importantes en patología isquémica en las mujeres en comparación con los hombres. Las mujeres con un infarto tardan treinta minutos más de media en acudir al hospital. El índice de mortalidad por infarto de miocardio es un 3% superior en las mujeres que en los hombres. La incidencia de insuficiencia coronaria es menor en la mujer que en el hombre, a medida que avanza en la edad estas diferencias se minimizan.

¿Cómo prevenir la aparición de enfermedades cardiovasculares?

Podríamos definir la «vida cardiosaludable» como aquella en la que el individuo sigue todas las recomendaciones que se dan actualmente para la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Además, la persona que sigue una vida cardiosaludable podría contribuir al proceso de educación para la salud, interviniendo con sus conocimientos y actitudes en la consecución de una vida sana individual y colectiva. La vida cardiosaludable adquirida por toda la población supondría una serie de cambios de comportamientos encaminados a obtener una mejoría de la salud cardiovascular. Estos cambios deberían iniciarse en la infancia, continuarse en la edad adulta y llevarse hasta el final de la vida.

Cuando actuamos sobre pacientes con factores de riesgo sin manifestación de enfermedad hablamos de prevención primaria, mientras que si la acción es sobre pacientes que ya han desarrollado enfermedad se trata de prevención secundaria.

Las acciones se encaminan a disminuir la incidencia de los factores de riesgo cardiovascular en la comunidad e incluyen:

  • Medidas legislativas y estímulos que modifiquen la composición de los alimentos.
  • Legislación en contra del tabaco.
  • Acción sobre el medio ambiente incluyendo la adquisición de estilos de vida saludables.

Los médicos de Atención Primaria tienen una gran labor en la prevención primaria: identificar a los individuos con alto riesgo mediante un interrogatorio sobre antecedentes personales y familiares de enfermedad cardiovascular, hábito tabáquico, medición de presión arterial, de índice de masa muscular y determinación del perfil lipídico. 

Cuando informamos sobre el control de factores de riesgo cardiovascular se debe priorizar con el tabaco, que todos los fumadores reciban consejo para dejar de fumar ya que es el factor más importante para poner en marcha el proceso de abandono

La decisión de iniciar tratamiento de la HTA dependerá de sus valores, del riesgo cardiovascular, y de posibles lesiones de órganos como el corazón o riñón. La meta es lograr una presión arterial (PA) (menor)<140/90 mm de Hg, pero en pacientes con diabetes, enfermedad renal crónica, ictus, enfermedad coronaria o insuficiencia cardiaca se deben perseguir cifras inferiores.

El colesterol total debe ser menor de 200 y el Colesterol malo ó LDL<130 mg/dl aunque en pacientes con enfermedad cardiovascular o diabetes se deben perseguir valores de colesterol total (CT)<175 y LDL<100.

Un buen control de la glucemia exige consejo dietético profesional. En la diabetes mellitus tipo 1 o infantil se precisa insulina y en la diabetes tipo 2 y pacientes con síndrome metabólico se debe reducir peso y aumentar la actividad física y en su caso añadir fármacos.

Estilo de vida cardiosaludable

Figura 3. El tipo de alimentación es fundamental en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.
Figura 3. El tipo de alimentación es fundamental en la prevención de las enfermedades cardiovasculares.

Todas las personas, y sobre todo los que tienen factores de riesgo cardiovascular, deberían seguir un estilo de vida cardiosaludable. Esto debe comenzar con una mentalización especial, en la que la actitud general del individuo sea alegre, positiva y sin estrés psicológico. Junto a esto, debe haber una importante parcela de tiempo dedicada a cuidar del propio cuerpo, principalmente mediante la realización de ejercicio físico. En este estilo de vida, la dieta ocupa un lugar destacado; debe seguirse una alimentación sana, en la que los alimentos predominantes sean las frutas, verduras, aceite de oliva y pescado (figura 3).

Muchos de los factores de riesgo, como la hipertensión, la obesidad, la diabetes mellitus y el colesterol alto, pueden estar provocados o bajo la influencia de la nutrición, respondiendo por tanto favorablemente a los cambios dietéticos. Una dieta equilibrada baja en grasas, proteínas y sal, y rica en frutas, verduras, hidratos de carbono complejos y fibra, que cubra el aporte energético que la persona necesita, es aconsejable para cualquiera. El consumo de alcohol debe limitarse a una cerveza o una copa de vino como máximo diaria, sin estimular o favorecer dicho hábito, sino está presente.

Para perder peso, se debe reducir el aporte total de calorías. Es importante evitar el sobrepeso y la obesidad. Por último, es bien conocido que una vida cardiosaludable no es compatible con el consumo de tabaco.

Ejercicio físico

Figura 4. El ejercicio físico a todas las edades contribuye a múltiples beneficios en nuestra salud física y mental.
Figura 4. El ejercicio físico a todas las edades contribuye a múltiples beneficios en nuestra salud física y mental.

Es ampliamente aceptado que la práctica regular de ejercicio físico previene la aparición de la enfermedad cardiovascular. Incluso, en personas ya diagnosticados de una enfermedad cardiaca, el ejercicio físico controlado y programado permite mejorar la calidad de vida y la supervivencia. El ejercicio físico practicado regularmente permite reducir el peso corporal, aumentar el colesterol HDL («colesterol bueno»), favorecer el control de la tensión arterial e incrementar en el individuo la sensación de bienestar (figura 4).

El ejercicio físico moderado hecho con regularidad juega un importante papel en la prevención de las enfermedades cardiovasculares y sirve de apoyo al esfuerzo de perder peso. Se ha demostrado que incluso una pequeña reducción del peso mejora algunos de los factores de riesgo asociados y, por tanto, la situación general. Por consiguiente, se deben instaurar pautas de hábitos de vida saludables y tratamientos no farmacológicos en todos los pacientes, incluyendo aquéllos que requieren tratamiento a base de medicinas.

Aunque los deportes son muy practicados durante la infancia, es muy frecuente que las personas no realicen ejercicio físico en la edad adulta. El trabajo, el estrés, las obligaciones familiares, los ocios sedentarios o la misma dejadez hacen que no se practique ningún tipo de deporte. Es necesario educar a los niños y jóvenes en una vida activa físicamente. Así esta actividad se mantendrá en la edad adulta. Sería ideal que toda la familia participara en la práctica regular de algún deporte.

Las ventajas del ejercicio físico se reflejan en los siguientes parámetros:

  • Descenso ligero de la presión arterial.
  • Elevación de las concentraciones de colesterol HDL.
  • Disminución de la concentración de triglicéridos.
  • Ayuda a la pérdida de peso.
  • Mejora la tolerancia al esfuerzo.
  • Mejora el metabolismo de asimilación de los hidratos de carbono.
  • Tiene efectos psicológicos beneficiosos.

Alimentación cardiosaludable

La dieta pobre en grasas permite mantener un peso corporal adecuado, adelgazar a las personas con sobrepeso u obesidad, disminuir los niveles de colesterol sanguíneo y ayudar al control de la tensión arterial. La alimentación cardiosaludable debería ser adquirida por toda la población, pero las costumbres de la sociedad actual no lo permiten. Seguir los consejos expuestos en” La pirámide alimentaría”, es la mejor manera de realizar una alimentación equilibrada (figura 5).

Figura 5. Pirámide alimentaria.
Figura 5. Pirámide alimentaria.

Tanto es así, que las modificaciones dietéticas beneficiosas para el corazón y las arterias son consideradas como un verdadero tratamiento.

El efecto de la dieta sobre el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares es más bien de tipo indirecto y actúa principalmente modificando la gravedad relativa de algunos de los demás factores de riesgo, especialmente los niveles de lípidos sanguíneos, la tensión arterial, la resistencia insulínica y la obesidad.

Sin embargo, existen otras variables dependientes de la dieta y que afectan de forma importante a la protección cardiovascular sin que se reflejen directamente en el conjunto de los demás factores de riesgo. Entre estas variables dependientes de la dieta se pueden enumerar las siguientes:

  • Nivel de antioxidantes en el plasma (flavonoides, transresveratol), que influyen sobre la eliminación de Colesterol malo (fracción de LDL).
  • Consumo de ácidos grasos w-3, por su efecto sobre monocitos-macrófagos, reduciendo las probabilidades de trombosis y formación de coágulos sanguíneos. También se les ha demostrado un cierto efecto vasodilatador.
  • Presencia de agentes trombo génicos o antiagregantes plaquetarios en la dieta. Influyen directamente sobre la coagulación de la sangre.
  • Acción de la fibra, independientemente de su capacidad reductora del colesterol por su acción sobre la flora intestinal.
  • Consumo elevado de alcohol, independientemente de su acción sobre el perfil lipídico y la tensión arterial, por su acción sobre la hemostasia. (coagulación de la sangre).
  • Consumo elevado de cereales y azucares refinados, por su acción sobre los triglicéridos, los cuales se tienden a considerar ahora como un factor de riesgo independiente.
  • Consumo elevado de carnes, por el efecto sobre los tejidos del sistema cardiovascular.

La hipertensión arterial se ha relacionado desde siempre con la obesidad y el consumo de sodio (principalmente a partir de la sal común o cloruro sódico). La reducción de peso es una de las medidas a tomar para combatir la HTA.

En cuanto al consumo de sodio parece ser que una disminución de 100 mmol/día en el consumo de sodio se asocia con reducciones de presión arterial de 5 mm de Hg en sujetos cuyas edades oscilan entre 15 y 19 años, y de hasta 10 mm de Hg en sujetos que tienen entre 60 y 69 años.

Las pruebas que acusan al sodio como causante de la hipertensión arterial provienen de datos epidemiológicos. Las sociedades primitivas, con ingestiones de sodio entorno a los 1600mg/día, comparada con la sociedad estadounidense o europea, cuyas ingestas alcanzan de 4000 a 5800 mg/día, apenas padecen hipertensión y el aumento de edad no se ve afectado por un incremento de la presión arterial, fenómeno muy habitual en las sociedades industrializadas. Sin embargo, a medida que estas sociedades primitivas adoptan estilos de vida más complicados o emigran a países industrializados aumenta la frecuencia de hipertensión arterial.

Hasta ahora, se desconoce cómo contribuye exactamente el sodio a un aumento de la presión arterial. Las teorías que se barajan son varias. Por un lado, se esgrime la posibilidad de un defecto hereditario o adquirido de los riñones, que para excretar su exceso origine el aumento de las concentraciones de sodio, cloruro y agua en la sangre. También se ha propuesto la hipótesis de que el incremento del sodio intercelular podría inhibir el intercambio de sodio y calcio, lo que causaría la acumulación de este último en la musculatura vascular, originando el aumento del tono y la resistencia, cuya consecuencia sería la elevación de la presión arterial.

Finalmente, estudios recientes parecen indicar que no es el sodio en sí el causante de la hipertensión arterial, sino la combinación de sodio con cloruro la que se relaciona con el incremento de la presión arterial.

En cualquier caso, no todas las personas responden de la misma manera al incremento del consumo de sodio. Hay dos tipos de poblaciones claramente diferenciadas, los sensibles a la sal y los que no les afecta en absoluto o de una forma mínima.

Estas modificaciones dietéticas son a veces difíciles de introducir en el ambiente familiar. Obligan a comprar y preparar alimentos a los que habitualmente no se está acostumbrado. Esto supone un gran inconveniente para las familias en las que uno de sus componentes tiene importantes factores de riesgo o ha sido diagnosticado de una enfermedad cardiovascular. Todo esto deja ver la importancia que tiene la aplicación de la educación para la salud desde la infancia.

Diez consejos dietéticos clave para evitar las enfermedades cardiovasculares

  1. Ajuste el contenido calórico de su alimentación a sus necesidades reales. Las calorías de su dieta derivadas de las grasas nunca deben sobrepasar el 30 % del total. Esto no se aplica a cada comida, sino al conjunto de alimentos que toma a lo largo de un periodo de tiempo (por ejemplo una semana).
  2. Se preferirá siempre el aceite de oliva de primera prensa en frío por su riqueza en ácidos grasos monoinsaturados y sus cualidades antioxidantes, al resto de los aceites vegetales, y, por supuesto, a las grasas de origen animal.
  3. Reduzca el consumo de proteínas de origen animal, sustituyéndolas por legumbres y cereales integrales. Las proteínas nunca deben sobrepasar el 15 % de las calorías de su dieta. De entre las proteínas de origen animal, reduzca el consumo de carnes rojas y aumente el de pescados, especialmente de pescados azules.
  4. Sustituya la leche entera por leche desnatada o leche de soja enriquecida con calcio. Consuma quesos tiernos en vez de grasos o curados.
  5. Limite su consumo de yemas de huevo a 2 o 3 por semana. Las claras pueden tomarse sin limitación y mezclarse con las yemas para hacer tortillas, revueltos y salsas.
  6. Tome todos los días un buen plato de verduras frescas o una buena ensalada. Junto con los cereales y las legumbres, deben ser la base de su alimentación. Prefiera siempre los alimentos integrales a los refinados. Un aporte suficiente de fibra es una de las claves para su salud cardiovascular.
  7. Tome todos los días al menos un par de piezas de fruta fresca. Especialmente recomendado para empezar el día.
  8. No consuma nunca más de 30 g de alcohol al día. Se ha comprobado que el beber un poco de vino tinto en las comidas mejora la salud cardiovascular.
  9. Mantenga al mínimo su consumo de azúcar refinado y sal. No olvide el azúcar y la sal de los alimentos procesados.
  10. Prefiera siempre los productos naturales a los procesados o industriales. Cuando vaya a comprar un producto preparado, lea siempre la etiqueta de información nutricional y vigile los contenidos de grasas saturadas, colesterol, azúcar y sodio.

Si sigue estos 10 consejos y mantiene unos hábitos de vida saludables, con el adecuado ejercicio físico, sin tabaco ni estrés, puede estar seguro de que las enfermedades cardiovasculares no serán nunca un problema para Vd.

Dejar de fumar

Figura 6. Dejar de fumar es el hábito modificable que más influye en nuestra salud.
Figura 6. Dejar de fumar es el hábito modificable que más influye en nuestra salud.

El tabaco es uno de los principales productores de enfermedad cardiovascular (figura 6).

Por ello, las personas que no fuman tienen una incidencia y mortalidad por enfermedad cardiovascular significativamente inferior a la de los fumadores. Los gobiernos deben introducir medidas para reducir el consumo de tabaco. Pero lo más importante, probablemente, sea la educación desde la infancia, enseñando, concienciando e implicando afectivamente al niño en una vida sin tabaco. Las personas que fuman deberían abandonar el tabaco y los no fumadores no deberían fumar nunca. Para ello, es muy importante el ambiente familiar, laboral y social. Toda la familia debería estar en contra del tabaco, alejarse de los ambientes con humo y colaborar en la concienciación de una vida sin fumar en el ámbito laboral.

Las enfermedades del corazón se pueden prevenir. Un sencillo cambio en sus hábitos diarios puede reducir significativamente su riesgo cardiovascular: una alimentación equilibrada, ejercicio físico moderado y regular, no fumar y mantener bajo control los factores de riesgo son la receta que su corazón necesita. No es difícil ni aburrido, es un estilo de vida activo y sano cuyos efectos van directos al corazón. La salud de su corazón está en sus manos

La Prevención comienza en la infancia

Las lesiones por arteriosclerosis se desarrollan y modifican a lo largo de décadas desde muy temprana edad. En las arterias de adolescentes ya están presentes lesiones precursoras, que décadas después producen la enfermedad. Este es un proceso que se desarrolla silenciosamente, sin que el que lo sufre note nada. Sin embargo, existen características que favorecen el desarrollo de la arteriosclerosis y predisponen a sufrirla a quien las presenta, se conocen como factores de riesgo cardiovascular.

Algunos de estos factores no son modificables, no podemos actuar sobre ellos (edad, sexo, antecedentes familiares, etc.), pero otros, sobre los que podemos actuar, ofrecen muchas oportunidades para, corrigiéndolos o evitando que aparezcan, prevenir las enfermedades cardiovasculares.

Ahí reside la importancia de educar desde la infancia en unos hábitos de vida saludables, que pueden ser garantía de una mejor salud cardiovascular. Los hábitos son costumbres cuya única dificultad es aprenderlas, por lo tanto cuando antes se aprendan mejor.

Los principales hábitos de comportamiento a los que deberían acostumbrarse los niños y jóvenes serían:

  • Concienciarles de los daños que el tabaco produce en su organismo.
  • Habituarles a hacer una alimentación equilibrada, variada y completa con abundancia de hortalizas, verduras y pescado y pobre en grasas saturadas y azúcares.
  • Implicarles en aspectos como la compra y elaboración de los alimentos. Les ayudará a conocerlos, a distinguir los saludables y a descubrir nuevos sabores y formas de consumo.
  • Fomentar la práctica de ejercicio físico. No se trata de crear deportistas de alta competición. Consiste en mostrarles los aspectos positivos de ser activos físicamente y mejor si es con el ejemplo. Los niños suelen hacer lo que ven hacer a sus mayores.
  • Anímelos a salir al aire libre. No les prohíba los ordenadores o las videoconsolas, pero regule su uso y combínelos con las salidas al campo, los paseos o los juegos al aire libre.
  • Explíqueles de una forma adecuada qué es el corazón, cómo funciona y por qué es tan importante que lo cuiden desde pequeños

Prevención secundaria 

Hablamos de prevención secundaria cuando se interviene sobre los factores de riesgo cardiovasculares (hipertensión, colesterol elevado, diabetes, tabaquismo…) en pacientes que ya han tenido alguna manifestación clínica de enfermedad (como puede ser un infarto agudo de miocardio, una angina de pecho…) con el objetivo de evitar que se repita. Es decir, una parte del daño ya está hecho, pero actuando sobre los factores de riesgo podemos intentar evitar que vaya a más.

Para realizar una prevención secundaria eficaz se le pide al paciente que realice cambios de gran importancia y beneficiosas consecuencias en sus hábitos de vida, como equilibrar su dieta, dejar de fumar, limitar el consumo de alcohol y hacer un programa de ejercicios cardiosaludables (además de los tratamientos farmacológicos que le haya prescrito su médico). Si el paciente lo lleva a cabo, se reducirá el riesgo de sufrir un nuevo episodio cardiovascular además de mejorar su calidad de vida. Aunque pueda suponer un esfuerzo para la persona, lo cierto es que cada vez más los pacientes son responsables de su propia salud y deben tomar decisiones relativas a su cuidado y mantenimiento.

Por ello, el paciente debe ser consciente de la necesidad de lograr el peso adecuado, practicar ejercicio (de acuerdo con su médico y con un programa personalizado según sus características y estado de salud), controlar periódicamente su tensión arterial, su colesterol y dejar de fumar.

Aunque los cambios de comportamiento son necesarios en la mayoría de los pacientes con enfermedad cardiovascular y en los individuos de alto riesgo, estudios recientes sugieren que existe una gran diferencia entre las recomendaciones ideales para cambios en los estilos de vida y los consejos proporcionados por los médicos en la práctica clínica habitual. El manejo de los factores de riesgo de conducta es similar en pacientes con enfermedad cardiovascular y en individuos de alto riesgo y, en ambos casos, el cambio de conductas de riesgo (dieta inadecuada, consumo de tabaco, sedentarismo), y arraigadas durante muchos años, requiere un abordaje profesional.

Para mucha gente puede resultar difícil cambiar su conducta de acuerdo con los consejos del médico, especialmente para aquellos desfavorecidos social y económicamente, los que tienen un trabajo monótono dependiente y no estimulante, los que se encuentran en situaciones familiares estresantes, los que viven solos o “mal acompañados” y carecen de apoyo social.

Además, las emociones negativas como la depresión, la cólera y la agresividad pueden constituir barreras a los esfuerzos preventivos, tanto en pacientes como en individuos de alto riesgo. El médico puede reconocer esas barreras usando un conjunto sencillo de preguntas y, aunque ello puede ayudar y en algunos casos ser suficiente, la persistencia de emociones negativas graves puede requerir la consulta con el especialista en psicología y terapia conductual o tratamiento farmacológico.

Puesto que los factores de riesgo psico-sociales son independientes del resto, siempre que sea posible se insistirá en los esfuerzos para aliviar el estrés y contrarrestar el aislamiento social.

Enlace Rehabilitación Cardiaca. INSCOR www.inscorbcn.com

Factores de riesgo

Los Factores de riesgo (FR) son las características que posee el individuo, que se asocian de forma estadística con la incidencia de la enfermedad cardiovascular (ECV) o con la tasa de acontecimientos de esta. Esta relación no excluye la existencia de la enfermedad en ausencia de esos factores, ni tampoco su falta en presencia de ellos. Algunos FR (colesterol elevado) son también factores etiológicos o causantes de la enfermedad, pero otros son situaciones que asocian distintas anomalías que conducirán a la enfermedad coronaria (obesidad).

Los principales FR que se asocian con la ECV son, la edad, género masculino, colesterol total, colesterol de lipoproteínas de baja densidad, y de alta densidad, hipertrigliceridemia, presión arterial, tabaquismo, diabetes, presencia de ECV previa, antecedentes familiares de la enfermedad, obesidad y sedentarismo. Se han descrito otros muchos FR, pero poseen menor responsabilidad en el desarrollo de la enfermedad coronaria.

Sexo

En general, los hombres tienen un riesgo mayor que las mujeres de sufrir un ataque al corazón. La diferencia es menor cuando las mujeres comienzan la menopausia, porque las investigaciones demuestran que el estrógeno, una de las hormonas femeninas, ayuda a proteger a las mujeres de las enfermedades del corazón. Pero después de los 65 años, el riesgo cardiovascular es aproximadamente igual en hombres y mujeres cuando los otros factores de riesgo son similares.

A partir de la menopausia, los índices de enfermedades cardiovasculares son sólo el doble en hombres que en mujeres de igual edad. En general, se ha comprobado que las complicaciones clínicas de la arteriosclerosis aparecen en la mujer con 10-15 años de retraso con respecto al hombre.

El estrógeno, hormona femenina que regula los ciclos menstruales, disminuye la concentración de LDL (fracción de colesterol malo) en grados variables según su relación con la progesterona, posible razón por la que las mujeres en edad de procreación son menos propensas a las ECV.

Herencia

Las enfermedades del corazón suelen ser hereditarias. Por ejemplo, si los padres o hermanos padecieron de un problema cardíaco o circulatorio antes de los 55 años, la persona tiene un mayor riesgo cardiovascular que alguien que no tiene esos antecedentes familiares. Los factores de riesgo tales como la hipertensión, la diabetes y la obesidad también pueden transmitirse de una generación a la siguiente.

Algunos tipos de enfermedades cardiovasculares son más comunes entre ciertos grupos raciales y étnicos. Por ejemplo, los estudios demuestran que los negros sufren de hipertensión más grave y tienen un mayor riesgo cardiovascular que los blancos. La mayor parte de los estudios cardiovasculares sobre minorías se han concentrado principalmente en negros e hispanos, utilizando a la población blanca como punto de comparación. Los factores de riesgo cardiovascular en otros grupos minoritarios aún están siendo estudiados.

El riesgo en hombres con historias familiares de ECV antes de los 50 años de edad, es de 1.5 veces a 2 mayor que en quienes no aportan el factor hereditario. En cambio, parece ser que la cuestión genética influye en menor medida en las mujeres.

Todavía está por aclarar si la correlación entre antecedentes familiares de cardiopatías y el mayor riesgo cardiovascular se debe solamente a factores genéticos o es más bien la consecuencia de la transmisión de unos hábitos y estilo de vida de padres a hijos. Si bien es cierto que las personas con una historia familiar de ECV no pueden cambiar su herencia, sí pueden tomar medidas para minimizar las probabilidades de sufrir un ataque cardíaco.

Edad

Las personas mayores tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Aproximadamente 4 de cada 5 muertes debidas a una enfermedad cardiaca se producen en personas mayores de 65 años.

Con la edad, la actividad del corazón tiende a deteriorarse. Puede aumentar el grosor de las paredes del corazón, las arterias pueden endurecerse y perder su flexibilidad y, cuando esto sucede, el corazón no puede bombear la sangre tan eficientemente como antes a los músculos del cuerpo. Debido a estos cambios, el riesgo cardiovascular aumenta con la edad. Gracias a sus hormonas sexuales, las mujeres generalmente están protegidas de las enfermedades del corazón hasta la menopausia, que es cuando su riesgo comienza a aumentar. Las mujeres mayores de 65 años de edad tienen aproximadamente el mismo riesgo cardiovascular que los hombres de la misma edad. Las enfermedades cardiovasculares no son causa directa del envejecimiento, pero son más comunes entre las personas de edad avanzada. Esto se debe a que las afecciones coronarias son el resultado de un desorden progresivo. Se ha demostrado que la arteriosclerosis a menudo se inicia a una edad temprana y puede tardar entre 20 y 30 años llegar al punto donde las arterias coronarias están suficientemente bloqueadas para provocar un ataque cardiaco u otros síntomas. Sin embargo, las ECV no son una parte inevitable del envejecimiento, sino la consecuencia de un estilo de vida y de la acumulación de múltiples factores de riesgo. Hay muchas personas con 90 años y más con corazones saludables y vigorosos, así como sociedades en las que los ataques cardíacos son raros incluso entre los muy ancianos

La edad cambia radicalmente la potencia predictora de los FR. Así, en las personas jóvenes, el género masculino y el tabaquismo son los más importantes marcadores de riesgo, mientras que en la población de edad avanzada los principales serán la hipertensión, la hipercolesterolemia y la diabetes.

Los sujetos con asociación de varios FR tienen una situación de riesgo global más alto, aunque la intensidad de cada factor por separado no parezca demasiado importante. Aunque más adelante se insistirá en la valoración multifactorial del riesgo individual, hay que señalar aquí que un error frecuente es pensar que un individuo con una importante alteración de un factor de riesgo tiene más probabilidades de enfermar que otros con ligera carga de varios FR, a los que casi nunca se atiende en prevención cardiovascular.

La aterosclerosis coronaria es una enfermedad multifactorial, de lento desarrollo. En situaciones especiales aparecen episodios agudos de rotura de la placa de ateroma (lesión provocada por la arteriosclerosis), trombosis (coágulo organizado) y transformación de la luz y pared del vaso, con obstrucción de este. Este proceso nos lleva a una disminución brusca de la irrigación sanguínea, que cuando ocurre en el corazón desencadena un infarto de miocardio. Esta complicación de la placa se produce por una combinación de factores inflamatorios que alteran el endotelio (pared interna del vaso) y causan destrucción del tejido de la placa, volviéndose ésta inestable y que al desprenderse produce trombosis y estrechamiento de la luz arterial.

Dos procesos son imprescindibles en el inicio y complicación de la placa: la disfunción endotelial (alteración de la pared interna de la arteria) y la acumulación de lípidos o grasas oxidadas. Todos los FR conocidos alteran de forma precoz la pared interna arterial y favorecen cambios patológicos de su permeabilidad (vaso moción y quimiotaxis).

Sea cual sea el determinante principal de la enfermedad arteriosclerosa es siempre imprescindible la presencia de colesterol ligado a lipoproteínas de baja densidad (cLDL) o colesterol malo, para su migración al endotelio de la arteria y para el crecimiento y complicación de la placa de ateroma. En sujetos con colesterol bajo es muy difícil el desarrollo de la aterosclerosis, aún en presencia de otros FR. De ahí el interés creciente en el control del colesterol en cualquier actuación de prevención cardiovascular.

Niveles de Colesterol total y LDL elevado

Todos los estudios realizados al respecto concluyen que las personas que consumen grandes cantidades de colesterol y grasas saturadas tienen niveles más altos de colesterol en sangre, así como una incidencia superior de enfermedades coronarias.

Los niveles de colesterol total y LDL aparecen asociados a la mayoría de los demás factores de riesgo. Los valores de cLDL suelen ser superiores en las personas que padecen de obesidad y se relacionan también con la diabetes, el hipotiroidismo y los antecedentes familiares de hiperlipidemia. Asimismo, personas que realizan ejercicio de forma regular y vigorosa, como corredores o nadadores, suelen mantener un colesterol LDL bajo. Por el contrario, los fumadores tienden a presentar un LDL alto.

En los diversos estudios realizados para comprobar la eficacia de diferentes fármacos reductores del colesterol se ha coincidido en que un descenso de la concentración del colesterol en sangre de un 1% se acompaña de una disminución del 2% en la mortalidad esperada por ataques al corazón. En otros estudios de tipo epidemiológico se estableció que el riesgo de infarto de miocardio se incrementaba en 9,1% por cada 10 mg de aumento del colesterol en sangre. Si consideramos 160 mg/dl la concentración ideal de colesterol, esto supone un 2% de aumento de riesgo por cada 1% de incremento del colesterol en sangre.

Niveles de colesterol HDL bajos

También ha sido ampliamente comprobado en numerosos estudios el valor predictivo de los niveles de colesterol HDL como factor de riesgo en relación inversa a la aparición de la enfermedad cardiovascular. El hecho de que las mujeres en edad fértil tengan una incidencia menor de ECV está directamente relacionado con unos niveles más elevados de cHDL. Esto se debe a la acción de los estrógenos, hormonas femeninas que regulan los ciclos menstruales y que elevan el cHDL. De hecho, las mujeres pierden esta ventaja respecto a los hombres con la menopausia (caída de estrógenos) y la recuperan al recibir terapia hormonal con estrógenos.

En un metaanálisis llevado a cabo a partir de múltiples estudios sobre poblaciones reales se ha llegado a la conclusión de que aumentos de 1 mg/dl conlleva una disminución de la mortalidad cardiovascular del 1,5-2,7% en varones y del 2,5-4,7% en mujeres.

La forma de aumentar el colesterol HDL y equilibrar la proporción entre LDL y HDL, es decir de disminuir el riesgo de ataques cardiacos, es sustituir la ingesta de grasas saturadas por monoinsaturadas y aumentar el ejercicio físico.

Tabaquismo

Hoy en día ya no cabe ninguna duda de que el hecho de ser fumador aumenta notablemente el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular. Al parecer, los culpables son la nicotina y el monóxido de carbono.

La nicotina es una de las sustancias de mayor adicción en el tabaco. Cuando la nicotina (poderoso estimulante) es inhalada, empieza a actuar de forma casi instantánea forzando a las glándulas suprarrenales a segregar adrenalina, lo que provoca un aumento del ritmo cardiaco y de la presión de la sangre. En estas condiciones el corazón trabaja con más esfuerzo y se deteriora más rápidamente. La nicotina también estrecha o constriñe los capilares y las arterias, lo que eleva la presión sanguínea y reduce la circulación en los dedos, en las puntas de los pies y en toda la superficie corporal. Al mismo tiempo, la cantidad de oxígeno disponible para el corazón se reduce, lo que puede traer consigo serias complicaciones si el músculo del corazón está ya recibiendo un flujo inadecuado de sangre como resultado de la enfermedad isquémica (estrechamiento) de las arterias coronarias.

Por su parte, el monóxido de carbono, un gas inodoro, que constituye del 1 al 5 % del humo del tabaco, tiene una gran afinidad con la hemoglobina, la molécula de los glóbulos rojos que transporta el oxígeno. Cuando el monóxido de carbono pasa a los pulmones, como ocurre cuando se fuma, éste compite con el oxígeno en ligarse a la hemoglobina, y a consecuencia de su mayor afinidad con la hemoglobina, normalmente gana y desplaza al oxígeno. Cuando el monóxido de carbono se une a la hemoglobina se forma una molécula llamada carboxihemoglobina, y en su presencia el oxígeno se une más estrechamente a la hemoglobina reduciendo la disponibilidad de oxígeno para las células del cuerpo. El monóxido de carbono también puede causar daños degenerativos en el propio músculo del corazón y modificar las paredes de los vasos sanguíneos, haciéndolas más susceptibles de acumular colesterol y otros depósitos grasos.

En resumen: el tabaco produce una combinación de niveles incrementados de adrenalina, ritmo cardíaco acelerado, elevación de la presión sanguínea, falta de oxigenación de las células y daños en las paredes de las arterias.

El resultado de todos estos procesos ha sido suficientemente comprobados en numerosos estudios epidemiológicos en los que se ha encontrado una alta correlación entre el hábito de fumar y la mortalidad cardiovascular. De hecho, los fumadores tienen un 70% más de probabilidad de padecer enfermedad coronaria y al hábito de fumar se le considera responsable de un 30% de las muertes coronarias en los países desarrollados.

La cuestión de los fumadores pasivos es un tema de permanente controversia en nuestra sociedad. Investigaciones con animales en laboratorios han demostrado que cuando el humo del tabaco expelido por un fumador es inhalado, aumenta la posibilidad de formarse placas en las arterias debido a la elevación de la agregabilidad plaquetaria. Esto no ha sido demostrado aún en seres humanos, pero muchos investigadores piensan que la evidencia es suficientemente fuerte como para prohibir fumar en lugares públicos.

Los cigarrillos bajo en nicotina y alquitrán no parecen disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. De hecho, muchos de los filtros de este tipo de cigarrillos aumentan la cantidad de monóxido de carbono inhalada, lo cual empeora el problema.

Los fumadores de puros o pipa que no se tragan todo el humo tienen algo menos de riesgo que los fumadores (alrededor de un 70%).

Hipertensión

Es bien conocido desde hace tiempo que cuando la presión sanguínea elevada se mantiene de forma sostenida en el tiempo se producen múltiples efectos adversos en el sistema cardiovascular. Ya en la primera mitad de este siglo las compañías americanas de seguros aportaron datos que demostraron la mayor mortalidad global y cardiovascular de los hipertensos.

Cuando existe hipertensión, el corazón se ve obligado a trabajar con más esfuerzo, lo que en un período de tiempo suficientemente largo puede provocar un aumento de volumen del corazón y un deterioro en la función de bombeo (deficiencia cardíaca). Por otra parte, la presión sanguínea alta mantenida contra las paredes de las arterias facilita la arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias. Los vasos sanguíneos dañados a menudo no pueden entregar suficiente oxígeno a los órganos vitales, en particular al cerebro y el propio corazón. También se ha comprobado que los valores de colesterol HDL son más bajos cuando existe hipertensión.

Los riesgos de la hipertensión arterial (HTA) son mayores en los hombres que en las mujeres y su prevalencia no sólo aumenta con la edad, sino que el riesgo es mayor.

La mortalidad es aproximadamente tres veces superior en los hipertensos respecto a los normotensos. En general, se consideran hipertensos aquellos individuos con presión arterial superior a 140/94 mm de Hg y normotensos aquellos con presiones inferiores a 130/90 mm de Hg. 

Diabetes

La diabetes mellitus aumenta notablemente el riesgo de ataques cardíacos y otras manifestaciones de enfermedades cardiovasculares. Las personas con diabetes mal controlada tienden a tener una gama amplia de complicaciones relacionadas, lo que incluye alta concentración de lípidos en sangre, enfermedades coronarias, hipertensión y otros desordenes circulatorios. Esto afecta tanto a las grandes arterias, provocando arteriosclerosis, como a los pequeños vasos sanguíneos, provocando hemorragias en los ojos y extremidades, o lo que es más grave, incluso en el cerebro.

La mayoría de los expertos en diabetes opina que el riesgo de estas complicaciones puede minimizarse si se mantienen niveles normales de azúcar en sangre. Esto requiere atención cuidadosa de la dieta y hacer ejercicio de forma regular. En pacientes con tratamiento insulínico es necesaria una supervisión responsable para asegurar las dosificaciones apropiadas.

Paradójicamente, la presencia de diabetes supone un factor de riesgo de infarto de miocardio mayor para la mujer que para el hombre.

El no fumar, controlar la hipertensión y los lípidos en sangre es doblemente importante para los pacientes diabéticos.

Sedentarismo

Existe una fuerte correlación estadística entre actividad física y salud cardiovascular. Hay sobradas evidencias de que el ejercicio físico mejora la salud y aumenta la longevidad.

El efecto preventivo del ejercicio físico se observa incluso cuando el ejercicio realizado es ligero, y es mayor cuando el que se practica es del tipo aeróbico que cuando se realizan grandes esfuerzos de una forma súbita.

Obesidad

En determinados individuos, la obesidad debe ser considerada un factor de riesgo cardiovascular por sí misma y no de una forma secundaria por su relación con el desarrollo de hipertensión, diabetes e hipercolesterolemia. La obesidad aumenta la carga del corazón y puede provocar enfermedades coronarias.

A partir de la relación entre el perímetro de la cintura y la cadera (WHR waist-to-hip ratio), se pueden identificar los tipos de obesidad androide y ginecoide. Una relación cintura-cadera de 1.0 o superior en varones (o de 0,8 en mujeres), indica obesidad androide y riesgo creciente de enfermedades relacionadas con la obesidad. Se utiliza esta denominación porque en los hombres el exceso de grasa corporal se distribuye normalmente en la zona de la cintura, mientras que en la mujer está generalizado que el exceso de grasa ocupe preferentemente la zona de la cadera.

En la obesidad androide, la mayor parte de la grasa tiene una distribución intraabdominal, mientras que en la obesidad ginecoide la grasa es mayoritariamente subcutánea a la altura de las caderas. Esta diferencia implica un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares en la obesidad androide, ya que la grasa intraabdominal se moviliza mucho más fácilmente que la subcutánea. Cuando los depósitos grasos se movilizan, aumentan los ácidos grasos en la sangre y el hígado produce una mayor cantidad de triglicéridos y colesterol que pasan al torrente sanguíneo.

La obesidad androide está fuertemente asociada a una serie de enfermedades como la hiperlipemia, diabetes, hipertensión arterial e hipertrofia ventricular izquierda (engrosamiento anormal del lado izquierdo del corazón). Cuando la obesidad es de tipo androide es importante que la dieta sea mucho más restrictiva en el aporte de lípidos a fin de disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular. El ejercicio físico no puede dejarse de lado en estos casos.

Para cualquier grado de obesidad, el aporte de energía de la dieta debe ser tal que se adapte a la condición, actividad y objetivo de peso ideal. Si esto implica una dieta baja en calorías, esta debe ser equilibrada, con un suficiente aporte de proteínas y micronutrientes. La pérdida de peso debe de conseguirse de una forma progresiva y moderada.

Estrés

El tipo de personalidad y la capacidad para manejar el estrés se han considerado desde siempre importantes factores para la salud. Algunos estudios epidemiológicos llevados a cabo durante los últimos 30 años han encontrado que las personalidades de tipo A (personas que sobre reaccionan incluso a los menores estímulos, que tienden a comportarse con un elevado sentido de urgencia en el tiempo y de ambición y que son frecuentemente agresivos, hostiles o compulsivos) sufren una incidencia de ataques al corazón superior a aquellos con personalidad del tipo B (más calmados y tolerantes). Otros estudios han demostrado que la supervivencia de los individuos con personalidad tipo B es superior a la de los de tipo A.

Los efectos del estrés en el sistema cardiovascular son similares a los producidos por una personalidad tipo A: cantidad excesiva de hormonas adrenales, elevación de la presión sanguínea y del ritmo cardíaco y síntomas cardiovasculares como palpitaciones o dolor de pecho. Si estas situaciones de estrés sólo se presentan ocasionalmente, no es probable que se produzca enfermedad cardiovascular ni daños permanentes, pero la exposición prolongada de estrés unida a otros factores de riesgo puede causar serios daños al sistema cardiovascular.

Consumo de anticonceptivos orales

El estrógeno, hormona femenina que regula los ciclos menstruales, disminuye la concentración de LDL-C en grados variables según su relación con la progesterona. Los anticonceptivos orales interrumpen la síntesis interna de estrógenos o la combaten con otras hormonas. Las mujeres que consumen anticonceptivos orales pierden las ventajas de protección cardiovascular que les aporta su sistema hormonal durante su vida fértil.

Las mujeres que son fumadoras y usan anticonceptivos orales multiplican el riesgo de infarto agudo de miocardio por diez.

Otros factores de riesgo

Es difícil cuantificar y clasificar los diferentes factores sociales que pueden influir en el desarrollo de la enfermedad coronaria. En general se acepta que ésta tiene más incidencia en las comunidades industrializadas, pero también en éstas es donde se aplican mejor las medidas de prevención secundaria. En el medio rural sucedería al contrario, al igual que en los estratos sociales más bajos.

También es muy complejo identificar los factores psicológicos de una persona que pueden influir en su riesgo cardiovascular. Clásicamente se describen como una serie de características de la personalidad tipo A: la hostilidad, la competitividad, la hiperactividad y el aislamiento personal, que pueden ser factores de riesgo, pero siempre actuando a través de modificaciones del estilo de vida: dieta, tabaco, sedentarismo, hipertensión, etc.

En cuanto a los antecedentes familiares, los individuos con antecedentes de enfermedad coronaria en sus padres o hermanos, sobre todo cuando han tenido una presentación precoz (antes de los 55 años en los varones y de 65 años en las mujeres), tienen aumentado su riesgo personal de enfermedad coronaria, tanto más cuanto más precoz fuera el antecedente familiar y cuanto más número de miembros fueran afectados. Es muy importante la labor de prevención precoz en los descendientes de pacientes con enfermedad coronaria.

Entre los posibles factores trombogénicos (predisposición a la formación de coágulos organizados), la elevación del fibrinógeno plasmático (factor normal de la coagulación de la sangre), ha sido descrita en varios estudios como un factor independiente de riesgo de enfermedad coronaria. Además, el hábito tabáquico, las concentraciones elevadas de triglicéridos y el sedentarismo aumentan también el fibrinógeno.

Muchos otros factores normales o elementos indispensables en el proceso de coagulación de la sangre, se han implicado en mayor o menor medida con el riesgo cardiovascular, como en el caso de las concentraciones elevadas de factor VII o del inhibidor del activador tisular del plasminógeno (PAI-1). Las plaquetas, cuya función normal es la organización del coágulo, pueden tener un papel determinante en la formación de trombos o coágulos intravasculares. Aunque no se disponen de sistemas adecuados para medir con precisión la actividad de las plaquetas, parece evidente que una mayor actividad agregante de las mismas tiene que relacionarse con un mayor riesgo de enfermedad coronaria.

La experimentación básica y los estudios clínicos sugieren que los procesos inflamatorios tienen una responsabilidad importante en el desarrollo y complicación de la aterosclerosis coronaria. Ligeras elevaciones de la proteína C reactiva, proteína anormal del suero relacionada con procesos inflamatorios, se ha relacionado con mayor riesgo coronario en pacientes con angina de pecho, tanto estable como inestable. Sin embargo, se requieren estudios más amplios para establecer de forma más clara el verdadero papel de estos marcadores de inflamación en el desarrollo de la enfermedad arteriosclerótica.

En cuanto a factores infecciosos, en los últimos años se han acumulado evidencias científicas que relacionan a ciertos gérmenes, fundamentalmente Chlamydia pneumoniae, con procesos arterioscleróticos y con la complicación aguda de ruptura de la placa de ateroma coronaria. Esta teoría infecciosa de la enfermedad coronaria no está aun convenientemente demostrada. Están en curso ensayos clínicos de prevención antibiótica e inmunología que aportarán resultados más concluyentes en este campo.

Por último, las concentraciones elevadas de homocisteína en el plasma se asocian con aumento del riesgo coronario. La homocisteína es un aminoácido presente en nuestro organismo y que interviene en el metabolismo o transformación de vitaminas del grupo B. Cuando éstas disminuyen, aumenta la homocisteína. Valores elevados de homocisteína tendrían un efecto tóxico directo sobre el endotelio arterial y promoverían la lesión arteriosclerótica.

Varias vitaminas intervienen en el metabolismo de la homocisteína. Así, el ácido fólico (vitamina que forma parte del complejo de la vitamina B), la cianocobalamina (vitamina B12) y la piridoxina (vitamina B6) están íntimamente ligados con la concentración de homocisteína, y si administramos suplementos de ácido fólico se normalizan las cifras de aquélla sin aparente toxicidad. Actualmente se hallan en marcha algunos estudios de investigación clínica con estos tratamientos, combinados o no con estatinas (medicamento actualmente muy utilizado para disminuir el colesterol). En este sentido, en prevención primaria de la enfermedad cardiovascular, se debe promover el consumo de folatos y vitaminas del grupo B, aconsejando la ingesta de vegetales, frutas, legumbres, pescado y cereales.

Además de los FR comentados, existe una predisposición genética a la enfermedad, que supondría como máximo una incidencia aumentada en un 20%. Como posibles factores genéticos se han investigado varios: apolipoproteína B, apolipoproteína CIII, Lp(a), apolipoproteína E, lipoproteinlipasa, acilcolesterol, estertransferasa, paraoxonasa, metilenetetrahidrofolatorreductasa, enzima conversora de angiotensina, receptor de angiotensina II, fibrinógeno y PAI-1, y su posible relación con la enfermedad coronaria, pero todos los datos existentes son muy iniciales y poco demostrativos.

Grupos de riesgo/causas

¿Cuáles son los grupos de riesgo cardiovascular?

Los pacientes con mayor riesgo son los que ya presentan enfermedad coronaria u otras formas de enfermedad aterosclerótica (isquemia crónica de extremidades por arteriosclerosis periférica, aneurisma aórtico abdominal o arteriosclerosis carotídea sintomática).

Los que aún no tengan evidencia de estos problemas deben calcular su riesgo según el número de factores de riesgo primario que posean:

  • Antecedentes familiares de cardiopatía isquémica prematura (en parientes varones < 55 años o en mujeres < 65 años).
  • HTA aunque esté controlada farmacológicamente.
  • Tabaco (> 10 cigarrillos al día).
  • Diabetes mellitus tipo 1 ó 2.
  • Bajos niveles de HDL-colesterol (< 35 mg/dl).
  • Edad > de 45 años en varones y > 55 años en mujeres con menopausia normal o > 45 años si menopausia prematura sin tratamiento hormonal sustitutorio.

* (Un nivel de HDL-colesterol >60 mg/dl constituyen un factor de riesgo negativo que, teóricamente, puede compensar uno de los mencionados).

Las personas con dos o más factores de riesgo o sean diabéticos se consideran grupo de riesgo; mientras que las que posean uno o ningún factor de riesgo (salvo que sean diabéticos) se consideran de bajo riesgo.

Factores de riesgo cardiovascular en niños y adolescentes

Las enfermedades del corazón no son una de las principales causas de muerte en niños y adolescentes, pero son la primera causa de muerte en los adultos en los Estados Unidos. Es más, cada 36 segundos muere alguien en los Estados Unidos de algún tipo de enfermedad cardiovascular.

Gracias a muchos estudios y miles de pacientes, los investigadores han descubierto ciertos factores que desempeñan un papel importante en las probabilidades de padecer una enfermedad del corazón. Éstos se denominan factores de riesgo. Algunos factores de riesgo pueden alterarse, tratarse o modificarse y otros no.

La mayoría de los factores de riesgo que afectan a los niños pueden controlarse en la niñez, lo cual reduce el riesgo cardiovascular más adelante. Otros factores de riesgo se transmiten de una generación a la siguiente (son hereditarios) o son el resultado de otra enfermedad o trastorno. Estos factores no pueden controlarse. Las cardiopatías congénitas (defectos cardíacos de nacimiento) no pueden evitarse, pero ahora contamos con mejores estudios y tratamientos para los niños que tienen estos tipos de problemas del corazón.

Los niños y adolescentes pueden reducir su riesgo de padecer una enfermedad del corazón alterando o controlando los factores de riesgo que pueden aumentar las posibilidades de padecer una enfermedad del corazón más adelante.

  • Presión arterial alta (hipertensión arterial)
  • Colesterol elevado
  • Tabaquismo
  • Obesidad
  • Inactividad física

Reiteramos, que algunos de estos factores de riesgo pueden alterarse, tratarse o modificarse y otros no. Pero es importante entender que la prevención es la mejor manera de evitar un problema del corazón más adelante. Si se empieza a controlar el mayor número posible de factores de riesgo en la niñez, es posible reducir el riesgo de padecer una enfermedad del corazón en la edad adulta.

Presión arterial alta

Menos del 3 por ciento de los niños estadounidenses sufre de presión arterial alta, pero se trata de una enfermedad grave en la niñez, especialmente si no se la detecta. Conviene asegurarse de que le revisen a su hijo la presión arterial durante su chequeo anual.

¿Qué es la presión arterial alta?

El corazón bombea sangre a través de una red de arterias, venas y capilares. La sangre en movimiento empuja contra las paredes de las arterias, y esa fuerza se mide como presión arterial.

La presión arterial alta es ocasionada por un estrechamiento de unas arterias muy pequeñas denominadas «arteriolas». Las arteriolas regulan el flujo sanguíneo en el organismo. Al estrecharse (o contraerse) estas arteriolas, el corazón tiene que esforzarse más por bombear la sangre a través de un espacio más reducido, y la presión dentro de los vasos sanguíneos aumenta.

¿Cuál es la causa de la presión arterial alta en los niños?

La presión arterial alta (hipertensión) en los niños no es una cardiopatía congénita, pero puede haber un vínculo hereditario. Por ese motivo, cuando hay antecedentes familiares de hipertensión, es necesario vigilar la presión arterial de los niños con mucho cuidado.

La mayoría de los casos de presión arterial alta en los niños se debe típicamente a otra enfermedad, tal como una enfermedad del corazón o los riñones. Esto se denomina hipertensión secundaria. Con menos frecuencia, los niños tienen lo que se denomina «hipertensión primaria (o esencial)». Esto significa que se desconoce la verdadera causa de la presión arterial alta.

¿Cómo se mide la presión arterial?

El médico medirá la presión arterial de su hijo usando un aparato denominado «esfigmomanómetro».

Las lecturas de presión arterial miden las dos partes de la presión: la presión sistólica y la presión diastólica. La presión sistólica es la fuerza del flujo sanguíneo por una arteria al latir el corazón. La presión diastólica es la fuerza del flujo sanguíneo dentro de los vasos sanguíneos cuando el corazón descansa entre un latido y otro.

Una lectura de presión arterial mide tanto la fuerza sistólica como la diastólica, anotándose la sistólica en primer lugar. Las cifras indican la presión en unidades de milímetros de mercurio (mm Hg), es decir, la altura a la cual la presión dentro de las arterias podría elevar una columna de mercurio.

El médico tomará en cuenta la edad, el sexo y la estatura de su hijo para determinar las presiones arteriales sistólica y diastólica específicas para esa edad, ese sexo y esa estatura. Los médicos emplean este método porque les permite tener en cuenta diferentes niveles de crecimiento al determinar la presión arterial. También les permite obtener la clasificación más precisa de presión arterial según el tamaño corporal del niño.

¿Cómo se trata la hipertensión en los niños?

En la mayoría de los casos, es posible controlar la hipertensión en los niños si se implementan cambios en su estilo de vida.

  • Ayude a su hijo a mantener un peso corporal saludable. Los niños con sobrepeso generalmente tienen presión arterial más elevada.
  • Aumente su nivel de actividad física.
  • Limite su consumo de sal.
  • Adviértale de los riesgos de fumar cigarrillos. La nicotina de los cigarrillos estrecha los vasos sanguíneos, dificultando aún más el paso de la sangre por ellos.

Si un plan de dieta y ejercicio no reduce la presión arterial de su hijo, podrían recetársele medicamentos.

Colesterol

Menos del 15 por ciento de los niños tienen niveles elevados de colesterol, pero los estudios han demostrado que la acumulación de placa grasa comienza en la niñez y progresa lentamente hasta la edad adulta. Este proceso patológico se denomina «aterosclerosis». Con el tiempo, la aterosclerosis causa enfermedades del corazón que son la principal causa de muerte en los Estados Unidos.

¿Qué es el colesterol?

El colesterol es una sustancia grasa (un lípido) presente en todas las células del organismo. El hígado elabora todo el colesterol que el organismo necesita para formar las membranas celulares y producir ciertas hormonas. Cuando comemos alimentos de origen animal, tal como carne, huevos y productos lácteos, introducimos colesterol adicional en el organismo.

Aunque a menudo atribuimos la elevación del colesterol en sangre al colesterol que contienen los alimentos que comemos, el causante principal de este aumento es la grasa saturada que éstos contienen. La materia grasa de los lácteos, la grasa de la carne roja y los aceites tropicales tales como el aceite de coco son algunos alimentos ricos en grasa saturada.

La sangre lleva el colesterol a las células en partículas transportadoras especiales denominadas «lipoproteínas». Dos de las lipoproteínas más importantes son la lipoproteína de baja densidad (LDL) y la lipoproteína de alta densidad (HDL). Los médicos evalúan la relación entre el LDL, el HDL y unas grasas denominadas «triglicéridos», y la relación entre éstos y el colesterol total.

Lipoproteína de baja densidad

Las partículas de LDL transportan el colesterol a las células. El colesterol LDL a menudo se denomina «colesterol malo» porque se cree que los niveles elevados de esta sustancia causan enfermedades del corazón y de los vasos sanguíneos. Un exceso de LDL en la sangre da lugar a una acumulación de placa grasa en las paredes de las arterias, la cual inicia el proceso de la enfermedad aterosclerótica. Cuando se acumula placa en las arterias coronarias que riegan el corazón, aumenta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco.

Los niveles de LDL pueden ser elevados en personas cuya alimentación tiene un alto contenido de grasa saturada, colesterol o ambas cosas. A veces un funcionamiento deficiente de la glándula tiroidea (lo que se denomina «hipotiroidismo») también puede elevar los niveles de LDL.

Lipoproteína de alta densidad

Las partículas de HDL transportan el colesterol de las células nuevamente al hígado, donde puede ser eliminado del organismo. El colesterol HDL se denomina «colesterol bueno» porque se cree que los niveles elevados de esta sustancia reducen el riesgo cardiovascular. Los niveles bajos de HDL a menudo son una consecuencia de la inactividad física, la obesidad o el hábito de fumar.

Triglicéridos

Los triglicéridos son grasas que suministran energía a los músculos. Al igual que el colesterol, son transportados a las células del organismo por las lipoproteínas de la sangre. Una alimentación alta en grasas saturadas o hidratos de carbono eleva los niveles de triglicéridos. Se cree que los niveles elevados aumentan el riesgo cardiovascular, pero no todos los científicos concuerdan en que los niveles elevados de triglicéridos, independientemente de otros factores, constituyen un factor de riesgo cardiovascular.

¿Cuál es la causa del colesterol elevado en niños y adolescentes?

En algunos casos, el colesterol elevado es hereditario. Esto se denomina hipercolesterolemia familiar. Alrededor de un 1 a 2 por ciento de los niños tienen esta enfermedad y deben realizarse un control de los niveles de colesterol antes de los 5 años de edad.

Otros factores de riesgo de colesterol elevado son la obesidad, la presión arterial alta y el hábito de fumar. A menos que tengan alguno de estos factores de riesgo, la mayoría de los niños y adolescentes no necesitan realizarse un control de los niveles de colesterol hasta los 20 años de edad.

¿Cómo se previene o trata el colesterol elevado?

Para reducir el riesgo de que se acumule placa grasa en las arterias, su hijo debe:

  • Hacer ejercicio con regularidad. Anímelo a hacer ejercicio durante 30 a 60 minutos casi todos los días.
  • Comer alimentos de bajo contenido de colesterol y grasa. Su hijo debe comer más panes, pastas, cereales y fruta y verdura fresca. (Observación: No debe limitar el consumo de grasa del niño si tiene menos de dos años. Los bebés necesitan grasa para su crecimiento y desarrollo. Después de los dos años, los niños deben comenzar a consumir menos calorías grasas.)
  • Conocer los riesgos de fumar cigarrillos.
  • Aprender a controlar el peso corporal, la diabetes o la presión arterial alta, si tiene estos problemas de salud.

Los niños diagnosticados con colesterol elevado deben al menos seguir un plan especial de dieta y ejercicio. Si con un año de tratamiento con dieta y ejercicio no se reduce el colesterol, podrían recetársele medicamentos reductores del colesterol. Los niños con colesterol elevado y otros factores de riesgo cardiovascular también pueden necesitar estos medicamentos.

Tabaquismo

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), alrededor de 3 millones de adolescentes fuman y alrededor de 4.000 adolescentes adquieren el hábito todos los días. Es más, la mayoría de la gente que fuma adquiere el hábito antes de terminar la escuela secundaria. Esto significa que si los niños pueden evitar el cigarrillo en la escuela, probablemente nunca adquieran el hábito de fumar.

Más de 90.000 personas mueren cada año de enfermedades del corazón causadas por el cigarrillo. Entre la gente joven que de lo contrario tendría un riesgo cardiovascular muy bajo, el hábito de fumar cigarrillos puede causar tanto como el 75 por ciento de los casos de enfermedad cardiovascular. Y cuanto más tiempo fume una persona, mayor es el riesgo cardiovascular.

¿Cómo afecta el cigarrillo al corazón?

Aunque es más conocido como un factor que aumenta el riesgo de cáncer de pulmón, el hábito de fumar cigarrillos y tabaco también puede aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular y de enfermedad vascular periférica (enfermedad de los vasos sanguíneos que aportan sangre a los brazos y las piernas).

Según el Surgeon General (director de Servicios de Salud Pública) de los Estados Unidos, la mayoría de los adolescentes que fuman son adictos a la nicotina de los cigarrillos. La nicotina estrecha los vasos sanguíneos y aumenta el esfuerzo del corazón. Aun cuando los adolescentes desean dejar de fumar, la adicción a la nicotina les dificulta mucho la tarea. Además, presentan los mismos síntomas de abstinencia que los adultos.

Aunque la nicotina es el agente activo principal del humo del tabaco, otros compuestos y sustancias químicas, tales como el alquitrán y el monóxido de carbono, también son perjudiciales para el corazón. Los estudios han demostrado que fumar acelera la frecuencia cardíaca, estrecha las principales arterias y puede provocar irregularidades en la frecuencia de los latidos del corazón, todo lo cual aumenta el esfuerzo del corazón. Las sustancias químicas en el humo del cigarrillo y el tabaco contribuyen a la acumulación de placa grasa en las arterias, posiblemente porque lesionan las paredes de los vasos sanguíneos. Estas sustancias químicas también afectan al colesterol y a los niveles de fibrinógeno (un coagulante sanguíneo). Esto aumenta el riesgo de que se forme un coágulo sanguíneo que pueda provocar un ataque al corazón.

¿Cómo puedo convencer a mi hijo de que no fume?

  • Hable con su hijo sobre los malos efectos del cigarrillo, tales como los dientes amarillentos, el mal aliento, el olor de cigarrillo en la ropa y la falta de aliento. Si a su hijo le gustan los deportes, explíquele que el cigarrillo puede dañar los pulmones y reducir el suministro de oxígeno que los músculos necesitan para trabajar bien.
  • Hable francamente con su hijo sobre los riesgos del cigarrillo.
  • Elogie a los adolescentes que no fuman. Según los resultados de una encuesta de los CDC, son más los jóvenes que no fuman que los que fuman. La mayoría de los adolescentes encuestados dijeron que opinaban que fumar no era atractivo y que no saldrían con alguien que fuma.
  • Sea un ejemplo para su hijo. Si fuma, abandone el hábito. Y no permita que otros fumen en su hogar.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a dejar de fumar?

  • Aconséjele cómo dejar el cigarrillo, pero muéstrese dispuesto a ayudarlo y apoyarlo.
  • Ayúdelo a entender las razones por las cuales debe dejar de fumar, tal como prolongar la vida, reducir las probabilidades de padecer un ataque cardíaco, un ataque cerebral o cáncer, y tener más dinero disponible para gastar en otras cosas en lugar de cigarrillos.
  • Si usted fuma, comprométase a dejar el cigarrillo junto con su hijo. Alrededor de la mitad de los fumadores adolescentes tienen padres que fuman.
  • Lleve a su hijo al médico para que lo aconseje cómo dejar de fumar.

El hábito de fumar es la causa de muerte más evitable. Si el índice de tabaquismo entre los adolescentes no disminuye, 5 millones de ellos morirán en la edad adulta de enfermedades causadas por el cigarrillo.

Obesidad

La obesidad es uno de los principales factores de riesgo cardiovascular. Esto es alarmante si se tiene en cuenta que uno de cada tres adultos estadounidenses es obeso. Unos estudios recientes han demostrado que la obesidad está relacionada con más de 110.000 muertes en los Estados Unidos cada año.

La obesidad infantil en los Estados Unidos se ha convertido en un problema en años recientes. Según la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente, entre un 16 y 33 por ciento de los niños y adolescentes son obesos. Por ese motivo ha habido un incremento brusco en los problemas relacionados con la obesidad, tales como la diabetes tipo 2, que típicamente sólo se ve en los adultos. Como los niños obesos tienen más probabilidades de ser adultos obesos, prevenir o tratar la obesidad en la niñez puede reducir el riesgo de obesidad en la edad adulta. A su vez, esto podría contribuir a reducir el riesgo de enfermedades del corazón, diabetes y otras enfermedades relacionadas con la obesidad.

¿Qué es la obesidad y cuál es su causa?

El organismo está compuesto de agua, grasa, proteína, hidratos de carbono, vitaminas y minerales. Se habla de obesidad cuando el organismo contiene demasiada grasa.

En algunas personas, la causa de la obesidad es muy simple: consumen más calorías de las que queman haciendo ejercicio y en su vida diaria. Otras causas de obesidad incluyen la herencia genética, la edad, el sexo, el estilo de vida y las enfermedades.

La obesidad en los niños es peligrosa porque los investigadores creen que las células grasas que adquirimos en la niñez permanecen en el organismo al llegar a la edad adulta. Los niños obesos pueden tener cinco veces el número de células grasas que los niños de peso normal. Las dietas en la edad adulta pueden disminuir el tamaño de las células grasas pero no la cantidad.

¿Cómo puedo saber si mi hijo es obeso?

Al determinar la grasa corporal en niños y adolescentes, el índice de masa corporal (IMC) ofrece pautas basadas en el peso y la estatura para determinar la delgadez y el sobrepeso. La determinación del IMC depende de la edad del niño porque, a medida que los niños crecen, la cantidad de grasa corporal cambia. Además, las niñas y los niños tienen diferentes cantidades de grasa corporal a medida que crecen. Por eso se utilizan diagramas específicos según la edad y el sexo para graficar el IMC de los niños.

El IMC se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = kg/m 2).

Índice de Masa corporal (IMC) = Peso (Kg)/Talla2

Peso inferior al normal: Menos de 18,5

Normal: 18,5 – 24,9

Peso superior al normal: 25,0 – 29,9

Obesidad: Más de 30,0

Los médicos escriben la cifra de IMC en un diagrama que tiene las medidas de otros niños de la misma edad y sexo. Esto le permite al médico obtener el percentil de su hijo. El percentil de IMC de un niño permite comparar las medidas de su hijo con las de otros niños o niñas de la misma edad. Así, un niño por encima del percentil 95 se considera que tiene sobrepeso porque el 95 por ciento de la población tiene un IMC inferior al suyo. Un niño en el percentil 50 está cerca del promedio de la población. Un niño debajo del percentil 5 se considera delgado porque el 95 por ciento de la población tiene un IMC superior al suyo.

Los diagramas a continuación lo ayudarán a encontrar el percentil de IMC de su hijo. Encuentre la edad de su hijo en el eje horizontal del diagrama y el IMC en el eje vertical. El percentil es el punto de intersección de estos dos valores (figura 7).

  • Delgadez: Debajo del percentil 5
  • Peso ideal: Entre los percentiles 5 y 85 (el percentil 50 es el promedio)
  • Con riesgo de sobrepeso: Entre los percentiles 85 y 95
  • Sobrepeso: Por encima del percentil 95

Figura 7. Índice de masa corporal en mujeres y hombres de 2 a 20 años.

¿Cómo puedo controlar o tratar la obesidad de mi hijo?

Si cree que su hijo pueda ser obeso, llévelo al médico para verificar que la obesidad no se deba a un problema médico. Si la obesidad no es causada por una enfermedad o trastorno, el médico probablemente sugiera algunos cambios en su estilo de vida para ayudarlo a adelgazar.

  • Controle las porciones (la cantidad que come) y reduzca el número de calorías.
  • No use la comida como recompensa por buen comportamiento o buenas calificaciones.
  • Limite los refrigerios entre comidas y sea consciente de los refrigerios que el niño come.
  • Sepa lo que su hijo come en la escuela.
  • Coman en familia para poder determinar con más facilidad los alimentos que consume su hijo y la cantidad que consume.
  • Aumente el nivel de actividad física de su hijo y encuentre actividades físicas divertidas que puedan hacer en familia.
  • Limite el tiempo que su hijo pasa viendo televisión o jugando en la computadora.

La obesidad infantil es difícil de controlar porque a menudo, una vez que el niño alcanza un peso corporal saludable, vuelve a sus antiguos hábitos. El médico del niño generalmente podrá ayudarlo con un plan de dieta y ejercicio que incluya objetivos razonables de adelgazamiento, cambios en el estilo de vida y el apoyo y participación de la familia.

Inactividad física

La inactividad física es uno de los principales riesgos cardiovasculares. La gente que no hace ejercicio tiene un mayor riesgo cardiovascular. La inactividad física aumenta además el riesgo de tener otros factores de riesgo cardiovascular, tales como colesterol elevado, presión arterial alta, obesidad y diabetes.

Los niños activos típicamente se convierten en adultos activos. Aparte de prevenir los factores de riesgo cardiovascular en la edad adulta, hacer ejercicio con regularidad:

  • Ayuda a controlar el peso. Como los niños obesos tienen más probabilidades de ser adultos obesos, prevenir o tratar la obesidad en la niñez puede reducir el riesgo de obesidad en la edad adulta. A su vez, esto puede contribuir a reducir el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón, diabetes y otras enfermedades relacionadas con la obesidad.
  • Fortalece los huesos. Hacer ejercicio con regularidad favorece el buen desarrollo de los huesos y reduce el riesgo de tener huesos delgados y frágiles (osteoporosis) en la edad adulta.
  • Aumenta la autoestima y la confianza en uno mismo. El ejercicio hará que su hijo se sienta mejor tanto física como mentalmente.
  • Mejora la salud cardiovascular. El ejercicio reduce la presión arterial, aumenta la cantidad de HDL o «colesterol bueno» en la sangre y reduce los niveles de estrés.

¿Cómo puedo saber si me hijo hace suficiente ejercicio?

La Asociación Americana del Corazón (AHA) aconseja que todos los niños mayores de 5 años de edad realicen por lo menos 30 minutos de ejercicio todos los días. Esto debe incluir una combinación de actividades de intensidad moderada y alta.

Si cree que su hijo no realiza suficiente ejercicio, hágase las siguientes preguntas:

  • ¿Cuánto tiempo por semana pasa su hijo realizando actividades sedentarias tales como ver televisión o jugar videojuegos? Se denominan «actividades sedentarias» porque casi no requieren actividad física.
  • ¿Cuánto tiempo por semana pasa su hijo realizando actividades recreativas tales como ciclismo, patinaje, snowboarding o esquí acuático? ¿Le gusta al niño caminar o andar en bicicleta cuando tiene que ir a algún lado?
  • ¿Cuánto tiempo por semana pasa su hijo realizando actividades aeróbicas tales como correr en pista, tomar clases de baile o practicar fútbol o baloncesto? Las actividades aeróbicas emplean los grupos musculares grandes del cuerpo y ayudan a fortalecer el corazón y los pulmones.

Los niños que disfrutan de una combinación de actividades recreativas y aeróbicas probablemente estén realizando suficiente ejercicio. Si le preocupa el nivel de actividad física de su hijo, lleve un «inventario de actividades» al médico del niño para que éste pueda sugerirle actividades adecuadas a la edad, el tamaño y las habilidades de su hijo. Si su hijo tiene un problema médico que limita su actividad física, asegúrese de pedirle al médico que le recomiende actividades que su hijo pueda realizar sin riesgo.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a aumentar su nivel de actividad?

Si su hijo no es físicamente activo, lo primero que puede hacer es limitar el tiempo que pasa viendo televisión, jugando videojuegos o navegando por Internet. Investigue los deportes organizados, las lecciones o los clubes que sean de interés para su hijo. Ante todo, dedíquele tiempo a su hijo y organice salidas familiares que incluyan algún tipo de actividad física (p. ej., ciclismo, caminatas, excursiones).

El ejercicio es importante para todos los niños, incluso los que no disfrutan de los deportes o que tienen problemas de coordinación o alguna discapacidad. Al concentrase en los «juegos» activos en lugar del ejercicio, los niños muy probablemente cambien sus hábitos y aumenten su nivel de actividad física por sí solos.

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